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20-03-2021

“Washing” de los pecados de la iglesia católica

Recientemente mi compañero Eduard ha publicado un tuit crítico con la iglesia católica. Comentando el discurso de un exorcista sobre el demonio, observaba: “encuentro más interesante reflexionar sobre cómo su iglesia hace un infierno la vida de mucha gente: minorías sexuales, mujeres que no pueden administrar sacramentos, mujeres que quieren decidir no ser madres, divorciados que quieren y no pueden comulgar. La lista es larga”. Mi compañero no es teólogo, pero creo que aquí ha apuntado una importante verdad sobre la iglesia. Entre los muchos likes que ha recibido, ha llegado también la respuesta de una persona que le pedía que no criticara a la iglesia, porque hace mucho bien con Caritas.

He pensado en el fenómeno llamado “pinkwashing” (lavado rosa, o lavado de la propia imagen). Existen países, partidos políticos, empresas y organizaciones que utilizan en sus estrategias políticas y promocionales la defensa de los derechos LGBTIQ+ para ser percibidos como modernos, progresistas y tolerantes. A veces lo hacen también para cubrir ante la opinión pública su falta de respeto o su lucha abierta contra otros derechos humanos. En este caso la intención es aún más pérfida: no solo se pretende promocionar la propia imagen, sino engañar a los demás. Con ésta “técnica” se pretende cubrir ciertas ofensas contra los derechos humanos con la promoción de una labor noble en otro campo. Ahora no es nuestra intención valorar este fenómeno ni sus casos específicos. Pero, cuando he leído la observación de esta persona invitando a mi compañero a no criticar la iglesia por sus evidentes abusos morales, carentes de fundamento bíblico, porque la iglesia hace mucho bien en otro ámbito como es el de Caritas, inmediatamente me han venido a la cabeza estas técnicas de “lavado”. Conscientemente haces mal a los demás, pero lo compensas en otro ámbito para que nadie recuerde ni critique tu mal.

Cuando pienso que el papa Francisco no ha reformado los males de la iglesia, que citaba mi compañero, recuerdo cómo ha promocionado algunos temas de moda, cautivantes para la opinión pública, como han sido la ecología o la denuncia genérica de injusticias económicas. En ambos casos no es directamente la iglesia quien debe aplicar a nivel mundial programas ecológicos para salvar el medio ambiente según los justos consejos del papa. Tampoco es un actor económico que debe realizar reformas económicas, para las que da sus indicaciones éticas. Sin embargo, sus posiciones han recibido una gran acogida que ha cubierto eficazmente su falta de deber moral para iniciar los cambios de todo aquello que en la iglesia, que él dirige, ofende los derechos humanos, y que sí son de su competencia, y además exclusiva. Su washing o lavado no sería rosa en ninguno de esos casos, sino “green” para su posición sobre la ecología, y de otro color el lavado para el otro tema, el color que uno quiera relacionar con la economía. Dos lavados para esconder dos de las obsesiones eclesiales: la “sex-obsesión” y la “gender-obsesión”. No está mal ocuparse de la ecología, pero siempre y cuando ello no cubra su falta de reforma radical de la moral católica y eliminación de la homofobia y la misoginia. No ha reparado la iglesia, pero está dando consejos (en este caso justos) para reparar ecológicamente el mundo. No está mal, pero esconde el hecho de que no ha tocado ni con un solo dedo sus deberes morales; pero gracias a su “lavado ecologista” este detalle pasa desapercibido.

En realidad, no es la única técnica de lavado que utiliza el papa. Debemos reconocer que es un comunicador genial. Él efectivamente está “lavando” el cuerpo homófobo y misógino de la iglesia. Es un lavado general comunicativo. Mi compañero habla de “sacro-marketing”, y puede ser que sea el término adecuado que refleja esta realidad. El papa lava la cara de la iglesia homófoba y misógina, le lava el cuerpo, y todo el mundo le mira con admiración. Siendo la homofobia y la misoginia el cáncer de la iglesia, necesita ser extirpado con urgentes reformas. El solo lavado no sirve de nada. Si el cáncer no es curado a tiempo el paciente está destinado a morir. Si no hay una cura, la muerte es la solución justa para terminar con los sufrimientos del paciente y de los demás. Es la liberación de la enfermedad insoportable que no fue curada adecuadamente. El lavado del caso clínico del cáncer eclesial cambia la percepción del “paciente iglesia”. La iglesia empieza a parecer más sana, más abierta, más accesible. Comienza a reír más. Con la cara limpia parece más serena y menos nerviosa, irritada y violenta. El lavado comunicativo le da frescura, así que a muchos les parece recuperada de sus males, mientras que el cáncer institucional va consumiendo su cuerpo, sus órganos internos vitales. Sí, consume su vida y contagia la vida de los demás haciéndoles infelices.

El “washing” es una táctica de marketing de engaño, y en la iglesia católica es un engañoso “sacro-marketing”. La iglesia puede hacer montañas de Caritas, pero éstas no pueden cubrir ni justificar nada, como no pueden curar ni reparar nada. No pueden sustituir la cirugía de las reformas urgentes e indispensables. El problema es que el principal cirujano insiste en limitarse a lavar la cara del paciente, y lo hace con insistencia mediática desde hace ocho años. El paciente está muriendo, pero mientras tanto continúa convirtiendo la vida de muchos en un insoportable infierno. Mi compañero lo ha observado en su tuit con perspicacia teológica, pero él no forma parte ni del equipo vaticano ni del equipo de consejeros progresistas del cirujano principal.

Además, el cirujano prohíbe hablar de las verdaderas curas y exige que todos aplaudan su lavado, y ahora también la opinión pública engañada no permite más críticas al cirujano, y considera extraña y perjudicial a la persona que las hace desmontando con sólidos argumentos el engaño perfecto que ha contagiado a casi todos.

Krzysztof Charamsa

20.03.2021